El pasado viernes 15 de marzo del 2019, una tragedia sacudió la ciudad de Christchurch en Nueva Zelanda. Dos mezquitas fueron atacadas por un hombre armado con un rifle semiautomático, dejando un saldo de 50 muertos y varios heridos.
El atentado comenzó cerca de la hora del rezo del viernes, en la mezquita de Al Noor, ubicada en el centro de la ciudad. El atacante, identificado como Brenton Tarrant, de 28 años, trasmitió el ataque en vivo a través de Facebook. En los videos se ve cómo entra a la mezquita y comienza a disparar indiscriminadamente. Luego de varios minutos, se dirigió a la mezquita de Linwood, ubicada en el este de la ciudad, donde también dejó varias víctimas fatales.
La policía logró detener al atacante, quien había logrado huir de la segunda mezquita. Tarrant fue acusado de asesinato y se encuentra en prisión preventiva sin posibilidad de pedir libertad bajo fianza hasta la próxima audiencia el 5 de julio del presente año.
El ataque dejó un saldo de 50 muertos, entre ellos se encontraban personas de diferentes nacionalidades, incluyendo ciudadanos de Nueva Zelanda, Bangladesh, Indonesia, Malasia, Turquía y Pakistán. Además, varios heridos se encuentran en estado crítico.
El primer ministro de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, calificó el ataque como el peor de la historia del país. En su discurso declaró que los atacantes buscaban dividir a la sociedad neozelandesa, pero ella enfatizó que el país se mantendría unido y que el terrorismo no tendría cabida.
Brenton Tarrant, es un ciudadano australiano, quien había estado viviendo en Nueva Zelanda por varios años. Las autoridades australianas han expresado sus condolencias y se han mostrado dispuestas a colaborar con las investigaciones.
El sospechoso había publicado un manifiesto de 74 páginas, en el cual se identificaba como un supremacista blanco y de extrema derecha. En dicho documento se describen sus motivaciones, su ideología y su planes para llevar a cabo el ataque.
Tarrant había pasado desapercibido por las autoridades de Nueva Zelanda y no tenía antecedentes penales. El primer ministro ha prometido cambios en las leyes de posesión de armas, enfatizando que este ataque podría haber sido evitado si hubieran existido mejores regulaciones en la venta de armas de fuego.
El ataque ha sido repudiado por distintos líderes mundiales, quienes han mostrado su solidaridad con las víctimas y sus familias. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha expresado sus condolencias, pero se ha negado a condenar el supremacismo blanco, generando críticas desde distintos sectores.
Desde la comunidad musulmana se han generado varias muestras de apoyo y de repudio al atentado. Se han realizado manifestaciones en distintas partes del mundo, exigiendo un freno al discurso de odio y a la discriminación hacia las minorías religiosas.
Este ataque ha dejado una marca en la sociedad neozelandesa, conocida por ser abierta y tolerante. La manifestación de la tolerancia y la inclusión, ha sido un legado mundialmente reconocido de Nueva Zelanda desde hace décadas. El ataque ha confrontado a la sociedad con una realidad desconocida. La seguridad se ha intensificado, incluso en los supermercados se han restringido la venta de armas de fuego después del tiroteo.
El gobierno ha anunciado que proporcionará ayuda financiera, de alojamiento y de asesoramiento a las víctimas del ataque y a sus familias. Además ha prometido reformar la ley de armas para garantizar la seguridad pública.
El atentado en Nueva Zelanda ha sido un recordatorio de la vulnerabilidad de las sociedades ante el odio y la violencia. Las políticas de tolerancia y de inclusión deben ser cada vez más fuertes para enfrentar el discurso de odio y la discriminación. Es necesario que existan mecanismos que prevengan la radicalización, la propagación del discurso de odio y la violencia en redes sociales.
Esta tragedia también ha demostrado el poder de las redes sociales en la difusión de la violencia. Es imprescindible que las redes sociales se utilicen de manera responsable y que existan políticas que controlen el racismo, el odio, la discriminación y la apología de la violencia, para no crear espacios tóxicos que favorezcan a los supremacistas o terroristas.
La tragedia de Nueva Zelanda nos ha dejado una enseñanza importante, la paz y la armonía son valores que deben ser fomentados y defendidos para garantizar un futuro mejor para todos.